lunes, 13 de septiembre de 2010
Reencuentro
Cuando llega septiembre me inunda una sensación de nuevo aliento, de curso estrenado, de ilusiones sacadas de la varita mágica de un mago. Empezar el curso escolar es para mi un nuevo año, más que en el uno de enero.
El poder convivir con ciertas rutinas del verano y de septiembre me hacer sentir repetida en acciones pero segura de mi misma poque todavía puedo con ellas, porque aunque me queje no mé dan más cansancio que otras veces ni aparecen sombras que desmerezcan su realización.
El verano se acaba, los aromas se hacen cada día más pequeños. Quieren volver a su caja, a su frasco, al interior de cada piel.
Se perciben los aromas de las compañías que cada año tienes a tu lado y se renuevan las pieles más jóvenes y los ojos más abiertos.
Mientras tanto la naturaleza va haciendo y dejando que la temeperatura nocturna dé a la mañana nuevos aromas- que lejos de ser transcendentes- recuerdan que el ciclo se repite, que se acercan los días más cortos y la frescura en el tacto de la piel, en las flores, en los objetos, en uno mismo.
Me gusta la luz y la de ahora es intensa, manchada de un amarillo otoñal pero que se deja mirar mejor.
Todo y que la piel se seca y se cubren los poros, el tacto es agradable. Apetece más la proximidad, el contacto con los tuyos.
Los cuerpos se reencuentran en las sábanas se abrazan a ellas y también se acercan y se rozan entre ellos. Los sentidos impulsados por una calor en proceso de marchitarse exploran las pieles, las manos, los cuerpos. El roce momentáneo es caricia, no hay desasosiego por la calor que atosiga en verano y pide la distancia para respirar.
Me gusta el otoño, aunque los días sean más cortos.
Aún faltan unos días para que llegue de verdad.
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A mi me pasa igual: el año comienza con el curso.
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