Quería el sol asomarse
encima de mi montaña.
Tímido entre los tres grados
asomó su nariz
entre sábanas de bruma.
Alguien se puso delante,
la Luna,
pero a mis ojos,
no le hizo sombra ninguna.
Quisimos ver si ella sola
tapaba mucho su frío.
El sol rió con soltura.
-Luna, yo te desafío.
¡no me tapes, no me enfrío !
Siguió levantando firme
sus rayos de sol ardiente
y a nuestros ojos desnudos
el sol lucía caliente.
Solo a través de mil filtros
se veía
una luna entrometida
queriendo bailar de frente.
-Luna, quita, ponte a un lado,
no ves que te habré quemado
en los primeros compases!
La Luna bailaba loca
por tener en su cadera
el sol que la iluminaba.
Fuerza y orgullo sentía
porque con él ya bailaba,
fuerza y risa de alegría,
porque también lo tapaba.
Pobre luna, tan menuda,
pretenciosa bailarina
en la mañana.
El sol siguió su camino
sin apenas saludarla.
Pero la luna reía...
y bailaba en la distancia.
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