Llega el calor, y con ello , en la calle las personas se reúnen, los acontecimientos sociales al aire libre se multiplican, en innumerables pueblos y ciudades persiste un olor nuevo, de temporada: la cerveza, el pincho, las emanaciones de sudor...
las multitudes se agrupan para bodas, comuniones, carreras, caminatas; las barbacoas, las cenas, los encuentros. En nuestra cultura, año tras año, primavera i verano, parte de otoño nos recreamos en los acontecimientos sociales que llegan propuestos por nuestro entorno y también propuestos por esa parte de la sociedad más abstracta que también nos dirige pero cuyos hilos cuestan de ver.
Quiero destacar aquellos acontecimientos en los que unos pocos hacen alguna gesta competitiva- a veces coíncide con un buen deporte- y trás de ellos un grupo numeroso de personas se aplegan para vitorearlos, animarlos o maldecirlos. Estos eventos, según su ranquinkg social y económico, se ven acompañados de polícias, ambulancias, patrullas de todo tipo que a menudo van trás aquellos que realizan la heróica gesta. Todo un fenómeno social.
Hasta que punto avivan la llama del deporte, de las cosas bien hechas... ! Tengo dudas.
A veces se organizan caminatas, encuentros dónde toda esa parafernalia está bien ausente- no por ello innecesaria-.
A veces te encuentras carreteras cortadas inesperadamente, dónde los policías te apremian a quedarte quieto para dejar passar a otros protagistas del camino. No te da tiempo a explicar que quizás vas a un hospital, o que llegas tarde a un acontecimiento que para tí es importante. De hecho , ¿te acompañararían al hospital si fuera necesario? ¿ Te escoltarían si llegas tarde?
El grupo sobre el individuo prevalece sobre muchas cosas. Eso no es malo ni bueno, pero pone en contradicción continua la misión de nuestras vidas de cada día.
Tiene su lógica, aunque a veces no nos guste.
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