viernes, 7 de mayo de 2010

Armarios y arcones



En casa nuestros armarios tienen nuestro olor, nuestro perfume, nuestro detergente. Es tan nuestro y está tan impregnado que no lo detectamos.

Únicamente , si nos llevaran a ciegas detectaríamos que estamos en nuestros espacios y más si abrimos los armarios. Porque están cerrados y conservan nuestras esencias personales.

Otro caso es el recuerdo de los armarios que acompañaron nuestra vida; en la infancia, en otras casas donde hayamos vivido, aquellas que frecuentemente visitábamos...

Solamente de la solera de un mueble, del material que está hecho, con los productos que se ha cuidado, el tipo de ropa que se ha metido, la limpieza de sus rincones y de su contenido, solamente con eso tenemos una imagen olfativa imborrable.

Me detengo en los armarios de mi infancia: las abuelas, el olor a las bolas de naftalina y a algodón limpio. Cuando entraba la ropa, a casa ventilada; cuando salía , a la mezcla del olor a membrillo o a manzana, y en los sitios más recónditos a naftalina.

En casa de mis padres persiste un armario antiguo, obra de un hermano de mi madre. Está cuidado y en su interior se atesoran los alientos y perfumes familiares: tibios y agradables.
Es como abrir una caja de tesoros.

Ahora, cuando abro el armario de mis hijos pienso que ellos también tendrán un recuerdo parecido con el tiempo. De momento, se está inventando en sus mentes.

4 comentarios:

  1. Los armarios tienen vida propia, cuentan sus historias y los aromas siempre permanecen en nuestros recuerdos. Muy bonita entrada. Un abrazo.

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  2. Así es, tienes toda la razón y habla de tu enorme sensibilidad...un abrazo de azpeitia

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  3. Gracias por tu visita y tu apreciación , Azpeitia.

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