martes, 16 de marzo de 2010

Las lágrimas

Huelen a agua salada caliente, más bien tibia, pero se antoja caliente si has llorado mucho, ya que reseca tu párpados. No sé si todas las lágrimas huelen igual pero siempre he pensado que su apariencia de cristal brillante no me recuerda a la sal , sino a la agua que brota en los arroyos jóvenes.En los demás no las veo tan amargas como las mías. Las lágrimas de emoción son pasajeras, llevan menos sal; las lágrimas del odio, de la desesperación dejan los párpados de color oscuro como si la sal los hubiera quemado. Solo las lágrimas de un niño tienen el equilibrio justo. También hinchan los ojos pero su transparencia las hace parecer más nítidas, como si la sal se hubiera disuelto o desaparecido. Un niño es más transparente que un adulto. Ha vivido menos y sus emociones son nuevas, salen desatadas como los cahorros salen a jugar. Los mayores tenemos las madejas de las emociones juntas, a veces líadas, el amor, el odio, la esperanza, poco lugar para la sorpresa. Por eso nuestras lágrimas, aunque contenidas muchas veces, queman cuando salen a fuera.
El mar es mar porque las emociones nos invaden, no hay lágrimas puras , todas tienen el sello de la sal, todas vienen de un sentir. El sentir nos hace creernos vivos. Por eso la mar es tan salada.

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