Mucha nieve. En pocas horas se tiñó de blanco. Desaparecieron los contrastes del color, todo estaba tapado. solamente figuras adolescentes circulaban por la calle admirando y conviviendo con la novedad blanca.
A mí me vinieron recuerdos, hace diez y siete años....
¿A qué me huele la nieve?
Cuando he ido a monaña, ya había nevado. No recuerdo un olor especial, quizás a agua y barro, a frío.
Pero la asocio al aroma del pan, de coche viejo y húmedo, a metal, a gases de combustión de coches y camiones.
Hace muchos años estuve en la carretera 7 horas conduciendo- o desfilando- a paso de tortuga. La nieve lo había cortado todo, -! ay! país no preparado casi nunca-. Los aromas no eran agradables. No llegué a oler el miedo. El olor de la barra de pan para la cena me reconfortó, todo y que, no llegó a la cena de casa compartida, solo a mí boca ávida de nerviosismo y hambre en las últimas horas.
Cuando llegué a casa traía olor a metal, a automovil. Unos abrazos largos, intensos, unos besos y unas sonrisas de tranquilidad convirtieron la jornada en una aventura.
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