sábado, 22 de mayo de 2010

Pan



Hay un aroma que define las estancias donde todos se reúnen en una casa. Si tuviera que escoger éste seria el que más lo define: el del pan. Pan recién hecho, redondo, alargado , pequeño; hecho en el horno o en la máquina o recién comprado. Padre e hijo no podrían pasar sin él. En la infancia se funde el aroma a bebé con el aroma a pan húmedo- mordisquedo y saboreado en los paseos en cochecito-. En el invierno hace aroma de hogar, de estar juntos, de calor, de vida.
El pan, todo y no ser alimento de mi devoción, me evoca la infancia , aquel olor de los hornos cuando iba a la escuela y después al instituto, aquel tostado intenso y perfumado, las meriendas de pan con azucar, manteca y vino, las culecas en el jueves lardero ( pan con un huevo y chorizo dentro), las sobremesas llenas de migas tostadas que desaparecían al final de la conversación, los bocadillos de tortilla de las excursiones, las acampadas, las cenas y las recenas de verano, los amigos, los abuelos, los padres.
Actualmente nuevos aromas de pan hay en mi cocina: harinas nuevas de espelta, de kamut, cereales integrales mezclados con semillas. Mi mano los amasa, igual que las pizzas, y mientras tanto todos los recuerdos juntos me hacen sonreir.

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